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domingo, 18 de junio de 2017

LEYENDA SIOUX. SI QUIEREN QUE SU AMOR PERDURE, VUELEN JUNTOS, PERO NO ATADOS.



Según una antigua leyenda Sioux, un día Toro Bravo, un valiente y honorable guerrero, y Nube azul, la bella hija del jefe de la tribu, llegaron a la tienda del anciano sabio de la aldea para pedir consejo.

Nos amamos –dijo el joven- y nos vamos a casar –añadió ella- Su amor era sincero, pero el miedo a perderse nos les permitía que la paz reinase en sus corazones, por eso rogaron al anciano que hiciese un conjuro o un hechizo, e incluso que les ofreciese un talismán para protegerles y así poder estar juntos hasta el día de su muerte. ¿Hay algo que pueda hacer por nosotros? Preguntaron finalmente. 

El anciano se emocionó mucho al verlos, tan enamorados y esperando su consejo con tanto sufrimiento por el miedo a perderse, pero sabía de los peligros que encerraba su insólita petición. Este era un reto difícil, y así se lo dijo a los jóvenes, pues suponía una gran sacrificio. Con la mirada nublada por la pasión, Toro Bravo y Nube Azul, aseguraron que nada les importaba y que harían lo que fuese necesario por consevar su amor. 

Ante la insitencia de los enamorados, el anciano le dijo a Nube Azul que marchase hasta el monte que estaba al norte de la aldea. Debía de escalarlo ella sola, sin que nadie le acompañase y sin más armas que sus manos. Tan solo debía de llevar una pequeña red para atrapar a un vigoroso y bello halcón. Cuandó así hubiese obrado debía de traerlo vivo el tercer día después de la luna llena. En cuanto a Toro Bravo, su misión no era más sencilla. Él debía de ascender hasta lo más alto de la montaña de ltrueno, y allí capturar a la más poderosa de las águilas pero sin dañarle ni hacerle ningún tipo de mal. Una vez hubiese cumplido su objetivo debería de traer al animal el mismo día que su amada.

Ahora, partan, dijo el anciano.

Los jóvenes se abrazaron con pasión y luego emprendieron su camino, ella fue hacia el norte, y él hacia el sur, deseando cumplir, lo antes posible, con las misiones encomendadas. Pasó el tiempo y el día señalado, los amantes volvieron a la tienda del anciano, cargando cada uno con el animal que le había sido pedido. 

¿Qué debemos hacer ahora? preguntó impaciente Toro Bravo, ¿Acaso debemos matarlas y beber su sangre?

No, respondió el sabio anciano.

¿Debemos comer su carne preciosa? preguntó Nube Azul.

No repitió el anciano. 

Lo que no podían imaginar era la respuesta que estaba a punto de ofrecerles el hechicero. Lo que debéis hacer es atarles por sus patas con estas tiras de cuero. Luego dejarlas, así podrán volar libres. Ante tan extraña petición, la pareja puso cara de incredulidad, pero no protestaron la orden del sabio. Con cuidado ataron las patas de las aves y enseguida las soltaron, pero como era de esperar, el aguila y el halcón nunca pudieron levantar el vuelo, cayendo continuamente en el suelo, revolcándose por no poder volar libremente. 

Tras muchos intentos, frustradas por su incapacidad para volar, empezaron atacarse con sus picos, hiriéndose de muerte. Ante lo dramático de la solución, el anciano advirtió a los enamorados con el siguiente consejo: este es el conjuro que me han pedido. No lo olviden. Ustedes son como el halcón y el águila, si os atáis el uno al otro, aunque sea por vuestro inmenso amor, viviréis el resto de vuestras vidas arrastrando un gran dolor. 

Si queréis que vuestro amor perdure, volad juntos, pero jamás atados.

domingo, 11 de diciembre de 2016

BAILE DEL FANTASMA. UNA DANZA RITUAL PARA AYUDAR AL ESPÍRITU DE LOS NATIVOS AMERICANOS.



El conocido como Baile del Fantasma abarca movimientos de restauración de diferentes religiones nativas americanas en los Estados Unidos Occidentales. En 1870, uno de estos  Bailes del Fantasma fue llevado a cabo por el profeta payute Wodziwob, y entre 1889 a 1890 el testigo lo recogió el jefe Wovoka, un paiute del norte. En términos generales, las prácticas del Baile del fantasma son utilizadas para revitalizar las antiguas religiones de antes del contacto, pero también para honorificar y adorar a los muertos mientras esperan su renacimiento. En este sentido, las ideas de los indios norteamericanos sobre la existencia de una vida después de la muerte, están reflejadas en sus escritos y narraciones legendarias, las cuales insisten en la creencia en la reencarnación y en los recuerdos de algunos chamanes de la existencia de vidas anteriores. 


Baile de Fantasma Sioux de 1851. 

En diciembre de 1888, Wovoka, hijo de Tavibo (Numu-tibo'o), cayó gravemente enfermo afectado por una fiebre que apareció durante un eclipse de sol. Cuando nadie pensaba en su recuperación, Wovoka logró vencer a la enfermedad y después aseguró que había visitado el mundo del espíritu y el Ser Supremo, profetizando que el mundo llegaría a su fin en fechas próximas, justo cuando el dios supremo (El gran espíritu) se encarnara en la tierra. 

En sus visiones fortaleció la creencia y su convicción de que todos los nativos heredarían el mundo, incluyendo los que estaban ya muertos, para vivir eternamente sin padecer sufrimiento y las injusticias a los que se vieron sometidas desde su contacto con el hombre blanco. Para ello, Wovoka declaró que todos los nativos tendrían que vivir rectamente, y rehuir los vicios que les habían transmitido los hombres (especialmente el consumo de alcohol) y que tanto les habían separado del mundo de la naturaleza. Enseñó que la meditación, la oración, el canto, y el baile eran la forma ideal de ayudar al muerto, y preparar el camino para su pronta resurrección. 

Su padre Tavibo, ya había participado en el Baile de Fantasma de 1870, teniendo una visión por la que los espíritus de la naturaleza sacaban a todos los seres humanos de la tierra, sometiéndoles a juicio por sus malas acciones. Tavibo concluyó que los americanos nativos regresarían a vivir en un entorno restaurado, en donde resucitarían y vivirían en felicidad. Esta religión del Baile del Fantasma quedó extendida a muchas tribus en reservas del oeste, incluyendo a los Sioux, los Cheyenne y los Arapahoes, y en la actualidad la siguen practicando los indios caddo.